Tuesday, July 29, 2014

Mañana. Mediodía. Tarde. Atardecer. Noche.

Mañana. Mediodía. Tarde. Atardecer. Noche.
Cada movimiento conlleva un cambio cualitativo en la Tierra y en los patrones de comportamiento de humanos, plantas y animales.
Caí en la cuenta.
Bajé al mundo y tantas cosas que no entiendo. No comprendo.
No comprendo cómo el hombre se alegra de lo que a mí me entristece. Cómo busca lo que es necesario, cómo vive matándose, cómo hace de su existencia una secuencia interminable de cárceles, cómo reemplaza al bosque por desierto, a los mares por cloacas, a las flores por asfalto, a la vida plena por una robótica y programada existencia intrascendente, HUECA, VACÍA, SIN MÁS OBJETIVO QUE LA GANANCIA, sin más ganancia que un salario, sin más salario que más o menos dinero con el que seguir consumiendo lo que más tarde o temprano, acaba por consumirlo a él
Un LAMENTABLE Y OBSESIVO anhelo de imitación caracteriza a los pobres pobres para hacer lo que hacen los pobres ricos, pobres sin darse cuenta que sus modelos están huecos y podridos, frustrados e infelices, ahogándose en su comodidad y basura, llenos de soberbia y absolutamente individualistas, incapaces de compartir ni siquiera lo que les sobra, condenando a sus hermanos pobres a una crónica indigencia que hace resaltar todavía más el lujo estéril que ostentan.

La belleza siempre está ahí, sólo perceptible a los ojos del corazón; lo maravilloso es una dimensión reservada a los humildes.
¡Cuánta teoría sabe el hombre moderno, cuántas palabras pueblan su vida! Hueca sonoridad que impide descubrir lo sagrado del Arte de Vivir, condenándolos a una vida llena de verborrea y conceptos, empero pobre en plenitud y lucidez. Pobre en vivencias trascendentales, porque los libros no transmiten la vida, la palabra es apenas un camino a la esencia, una mínima parte del cambio, la esencia es inexplicable, inexpresable en palabras.

El hombre del mundo no descubrió la vida. No conoció la belleza que es su esencia, expresada en armónica vibración de color cielo, de color tierra, de color agua, de color fuego. No comprende la vida, y, en ese estado de confusión, opta por fabricar basura y consumir venenos, por llenarse de cosas superfluas, porque en el fondo se sabe vacío, SOLO, en medio de inmensos grupos de seres aislados, anónimos, robotizados, huérfanos de afecto, carentes de trascendencia, desprovistos de mística, vacío de vida, y sin embargo, llenos de miedos, llenos de pensamientos absurdos que hacía ningún lado más que la destrucción del propio Ser, saturados de frivolidad, llenos de preocupaciones y pretextos que fundamentan la estupidez existencial que caracteriza sus días.

La existencia del hombre moderno niega la vida. Degradándola a un sin sentido total, andando a remolque de su condicionamiento, sin más libertad de optar por cualquiera de las variantes suicidas para las que fue programado.

Vi como el pie de los hombres se volvió suave como el de un bebé recién nacido, y que ya no le sirve para caminar sobre el sagrado suelo. Vi pieles tan blancas como las nieves de las montañas, de tanto esconder el cuerpo con extrañas prendas multicolores impidiendo que el Tata Inti lo fortalezca, vi al hombre moderno esconderse de la lluvia, mi personaje preferido, salir corriendo a su llegada a esconderse bajo las hojas de plástico, mientras los pies se preocupan.

Nadie baila bajo la lluvia, nadie habla con las nubes, ni se abrazan cuando las primeras gotas son absorbidas por la Tierra.
Vi como hombres y mujeres enfermos, numerosas enfermedades corroyendo cuerpos y almas, vi gente en las calles muriendo de hambre, durmiendo en el asfalto, comiendo alimentos en descomposición, nenes huérfanos de cariño y orientación, animales asesinados, violados y torturados, vi como la gente sin Norte, sin Sur, se apropiaba de la vida de las demás especies creyendo que así iba a vivir, creyéndose más, siempre creyéndonos más.
Vi tantas cosas que mis manos tiemblan y la desesperanza surca mis venas.

Pensar que el hombre moderno se complicó tanto, se preocupa tanto, acumula tanto, fabrica tanto, corre tanto, asesina tanto, mientras la vida está a su lado sin que él se de cuenta, ni tenga tiempo para absolutamente nada importante.
Lo innecesario y superfluo se apoderó del hombre haciéndolo rehén y prisionero PERPETUO.

El hombre del mundo ignora que la Tierra es un ser vivo, un ser inteligente que está registrando en su memoria todas y cada una de las acciones, humanas y no-humanas.
El resultado de haberse olvidado de la Pachamama es una vida donde la vida está ausente.
Y sin ella, el hombre, es apenas un cadáver con apetito. Incapaz de amar el lugar donde vive o sentir el estado de ánimo de la Tierra.
El hombre que se olvido de sus orígenes se mueve como un autómata sin sentir, ni pre-sentir, sin intuir ni asombrarse, no se entera de nada ni le importa nada en un mundo TAN LLENO DE SORPRESAS PARA QUIEN ESTÁ ATENTO.
El hombre del mundo moderno no conoce los lugares de poder, construye su casa sobre ellos y termina enfermándose por ignorar las leyes sagradas.
¡¿Cómo atreverse a construir una casa sin preguntar a la Tierra por el lugar más adecuado?! ¿Cómo poner una piedra sobre tierra sin saber el sexo que tiene?
Cada parte de la Tierra tiene sus protectores. Un árbol no es sólo un árbol. La montaña tiene memoria, los ríos bullen en efervescente danza. Una sola partícula de tierra encierra todos los misterios del Universo, un solo pétalo contiene la información de todo el jardín planetario.

Quién daña a la Tierra, se daña a sí mismo, daña al Universo entero, rompe el Sagrado Orden Cósmico, lesiona a los invisibles, quién daña a la Tierra realiza una nefasta siembra, participa en el horrible festín necrofílico, se convierte en un traficante de tinieblas, sembrador de tempestades, cosechador de holocaustos, de desastres naturales, auto-condenándose a no descubrir el Sagrado Arte de Vivir.

Todo lo que vi no me desanimó. Me comprometió.
Hablar con la Eternidad para que nos vuelva a visitar, pedir al hermano Silencio que se quede en nuestras mentes, a la Luz que anide en nuestros corazones, a la Muerte que nos visite, y sin tocarnos nos recuerde que hoy nos toca vivir.
Pedir a las Piedras que nos miren con su amorosa mirada, a la Brisa que nos de fuerza y energía, a la Eternidad que vuelva a circular por las venas, a los Animales que nos perdonen, nos protejan, a los Árboles que nos guíen.

Y cuando retornemos al Sagrado Orden Cósmico, vamos a sentir al infinito en cada plato de comida, en cada arruga, en cada bebé y su mirada.  Vamos a sentir que el cuerpo es una frágil y maravillosa canoa para navegar el océano de la vida, que el amor habita en cada uno, y somos una mariposa destinada a volar.

Y entonces vamos a poder seguir las huellas invisibles, las señales de los tiempos, entonces, el amanecer y el atardecer serán los consejeros, estaremos llenos sin tener nada. Ríos de éxtasis, de creciente caudal que arrastrará nuestros cuerpos fusionando nuestro propio océano interior con el infinito, apuntándose a la sublime danza de las estrellas, sinfonía de colores, música de visiones.