Sunday, November 24, 2013
Miércoles de melancolía
Quién me iba a decir que el destino era esto. Ver el paisaje
a través de la ventana con letras invertidas. Un paredón con manchas que
parecen prohombres, el techo de los autos brillan como peces y la melancolía de
un miércoles a la tarde. La silla que gira
cuando quiero escaparme. Otro día se va y al final el destino era esto. A veces
no tengo tiempo de ver si estoy triste; siempre sonando una orden, un teléfono,
un timbre. Está prohibido llorar sobre
los libros porque no queda bien que la tinta se corra.
Saturday, November 23, 2013
Alexander
Te imaginas? Yo no te imagino en el infierno.
Nos haría tanta gracia si pudieramos hablar de eso.
Igual tiene que haber un por qué.
Quisiera entrar y encontrarte en tu habitación, con esa cara sin sangre y los ojos como de agua, sonriéndome con los labios rojos y resecos, dándome una mano que parece un papelito.
Y tu voz.
Esa voz que conocí, articulando precariamente pocas palabras, las suficientes para decirme te quiero.
Ya no estás en la calle de Cantilo, y yo ya no estoy en 438.
Tampoco aparecí con ginebra en tu casa.
Al despertar las imágenes se deslíen y solamente quedas vos de este lado, vos que no sos un sueño, que me esperaste tantos sueños como quien se cita en un lugar neutral, una estación, o un café. Lo demás lo olvido cuando empiezo a escribir.
¿Cómo decirlo? ¿Cómo seguir?
Hacer trizas la razón repitiendo que no es solamente un sueño, que me dejaste.
Te veo en mis sueños como cualquier otro muerto, pero vos sos otra cosa, estabas ahí, dentro y fuera, vivo aunque lo que veo de vos no es nada, aunque lo que escucho es nada.
La enfermedad del desamor te fijo en esa última apariencia que mi recuerdo hace que pareciera treinta años.
Así estamos ahora, así somos
Ni siquiera me corresponde preguntar qué va a pasar entre nosotros dos.
Voy a soñar, puesto que el sueño es la única zona donde puedo verte...
Pasan semanas o meses
y de nuevo te cruzo en esas calles,
o simplemente te encuentro en cualquier lado
o sé que estás en cualquier lado aunque no te vea
y nada termina, nada empieza ni termina
mientras duermo o después acá escribiendo,
vos vivo para qué
vos vivo por qué.
¿Ahí pero dónde? ¿Dónde y hasta cuándo?
Solo creo en lo que sé, sigo por mi vereda como vos por la tuya ahí estés donde estés, sin hablarme sin presentarte, sin necesitarme... Pero apoyándote de alguna manera en mí, que te siento, en esta zona a la que no perteneces, pero que te sostiene vaya a saber por qué, vaya a saber para qué.
Pienso que hay momentos en los que te hago falta y es entonces donde te cruzo por las calles que caminabamos, entro a las piezas dónde poníamos música y nos besábamos y nos leíamos.
La alegría que me daba saber de vos, es más fuerte que la palidez de tu cara y la fría debilidad de tu mano al agarrar la mía en una esquina, o frente de tus amigos.
En pleno sueño, quizá me engaño.
Como me engaña a veces ver que la alegría no es esa horrible decepción al despertar y entender que se soñó con alguien que no está, que no existe.
Con tu cara me despierto y nada cambia salvo que dejamos de vernos, sé que estás ahí donde estás, en una tierra que es tierra y no una esfera astral o un limbo abominable y la alegría dura y está acá mientras escribo para vos, o para mí.
Me acuerdo de la tristeza de haberte visto una vez tan mal, es todavía la esperanza, si escribo es porque ESPERO, aunque cada vez sea lo mismo.
El pasillo corto oscuro y frío que llevaba a tu habitación,
la chocolatada de tu mamá que manchaba tu remera cada tarde que iba a verte,
los besos interminables en la esquina,
seis micros que dejaba ir por un segundo más
por un beso más.
La esperanza de que alguna vez esto cambie y sea de otra manera. Vos conmigo, y yo con vos. Y aunque no sea así, yo lo siento así, ahí en algún lado donde estés.
Quisiera estar otra vez cerca tuyo como las noches de Junio y Julio.
La fría lámpara colgando del cielo raso
la última inyección de lengua
el pecho desnudo y helado
esos besos
los ojos abiertos que uno de nosotros cerró llorando.
Ni siquiera sirve la esperanza en lo absurdo.
Saber que estás feliz en el torneo, enamorado de alguna de esas chicas con las que te gusta bailar.
¿Para qué?
¿Por qué?
No puedo vivir esto, lo escribo igual porque es una manera de quebrar el cerco, de pedirte que busques en vos mismo, algo más que vos mismo.
Nos haría tanta gracia si pudieramos hablar de eso.
Igual tiene que haber un por qué.
Quisiera entrar y encontrarte en tu habitación, con esa cara sin sangre y los ojos como de agua, sonriéndome con los labios rojos y resecos, dándome una mano que parece un papelito.
Y tu voz.
Esa voz que conocí, articulando precariamente pocas palabras, las suficientes para decirme te quiero.
Ya no estás en la calle de Cantilo, y yo ya no estoy en 438.
Tampoco aparecí con ginebra en tu casa.
Al despertar las imágenes se deslíen y solamente quedas vos de este lado, vos que no sos un sueño, que me esperaste tantos sueños como quien se cita en un lugar neutral, una estación, o un café. Lo demás lo olvido cuando empiezo a escribir.
¿Cómo decirlo? ¿Cómo seguir?
Hacer trizas la razón repitiendo que no es solamente un sueño, que me dejaste.
Te veo en mis sueños como cualquier otro muerto, pero vos sos otra cosa, estabas ahí, dentro y fuera, vivo aunque lo que veo de vos no es nada, aunque lo que escucho es nada.
La enfermedad del desamor te fijo en esa última apariencia que mi recuerdo hace que pareciera treinta años.
Así estamos ahora, así somos
Ni siquiera me corresponde preguntar qué va a pasar entre nosotros dos.
Voy a soñar, puesto que el sueño es la única zona donde puedo verte...
Pasan semanas o meses
y de nuevo te cruzo en esas calles,
o simplemente te encuentro en cualquier lado
o sé que estás en cualquier lado aunque no te vea
y nada termina, nada empieza ni termina
mientras duermo o después acá escribiendo,
vos vivo para qué
vos vivo por qué.
¿Ahí pero dónde? ¿Dónde y hasta cuándo?
Peor son mis palabras, palabras incapaces, llenas de vértigo, la noción del territorio continuo, de pieza de al lado; tiempo de la lado, y a la vez nada de eso. Nada de nada.
Solo creo en lo que sé, sigo por mi vereda como vos por la tuya ahí estés donde estés, sin hablarme sin presentarte, sin necesitarme... Pero apoyándote de alguna manera en mí, que te siento, en esta zona a la que no perteneces, pero que te sostiene vaya a saber por qué, vaya a saber para qué.
Pienso que hay momentos en los que te hago falta y es entonces donde te cruzo por las calles que caminabamos, entro a las piezas dónde poníamos música y nos besábamos y nos leíamos.
La alegría que me daba saber de vos, es más fuerte que la palidez de tu cara y la fría debilidad de tu mano al agarrar la mía en una esquina, o frente de tus amigos.
En pleno sueño, quizá me engaño.
Como me engaña a veces ver que la alegría no es esa horrible decepción al despertar y entender que se soñó con alguien que no está, que no existe.
Con tu cara me despierto y nada cambia salvo que dejamos de vernos, sé que estás ahí donde estás, en una tierra que es tierra y no una esfera astral o un limbo abominable y la alegría dura y está acá mientras escribo para vos, o para mí.
Me acuerdo de la tristeza de haberte visto una vez tan mal, es todavía la esperanza, si escribo es porque ESPERO, aunque cada vez sea lo mismo.
El pasillo corto oscuro y frío que llevaba a tu habitación,
la chocolatada de tu mamá que manchaba tu remera cada tarde que iba a verte,
los besos interminables en la esquina,
seis micros que dejaba ir por un segundo más
por un beso más.
La esperanza de que alguna vez esto cambie y sea de otra manera. Vos conmigo, y yo con vos. Y aunque no sea así, yo lo siento así, ahí en algún lado donde estés.
Quisiera estar otra vez cerca tuyo como las noches de Junio y Julio.
La fría lámpara colgando del cielo raso
la última inyección de lengua
el pecho desnudo y helado
esos besos
los ojos abiertos que uno de nosotros cerró llorando.
Ni siquiera sirve la esperanza en lo absurdo.
Saber que estás feliz en el torneo, enamorado de alguna de esas chicas con las que te gusta bailar.
¿Para qué?
¿Por qué?
No puedo vivir esto, lo escribo igual porque es una manera de quebrar el cerco, de pedirte que busques en vos mismo, algo más que vos mismo.
Monday, November 11, 2013
La autocrítica
Es tan fuerte que necesitas volverte estúpida para poder estar con vos misma. Cuando a uno no le gusta una persona, un grupo, te podés alejar de eso. Pero si no te gustas a vos mismo, no importa adónde vayas, siempre vas a estar ahí.
Para evitar tu propia compañía necesitas hacer algo que te vuelva estúpida, que aleje tu mente de vos. Quizás el alcohol. Aunque el maltrato a vos misma es peor que eso.
Cuando te odias a vos misma, sos autodestructiva, te matas poco a poco porque no tenés la valentía suficiente para hacerlo de golpe.
Las personas autodestructivas atraen gente igual.
Toman alcohol con el fin de olvidar el sufrimiento, ésa es la excusa que usan.
¿Y a dónde van para tomar alcohol? A un bar, y quién está en ese bar? Gente igual, que intenta evadirse y volverse estúpido.
Así se comprenden muy bien y la razón es que están en la misma frecuencia, ambos son destructivas. Hasta empiezan a disfrutarlo: "Yo te lastimo a vos, y vos me lstimas a mí"
¿Qué pasa cuando uno cambia?
Por la razón que sea, no necesitas más alcohol, dejaste de tomar, te sentís bien con vos misma, tenés los mismos amigos que siguen tomando. Un día se ponen en pedo, se ponen más felices, pero claramente su felicidad no es real.
Es rebelión en contra del propio dolor emocional.
Al final es imposible encajar en ese ambiente, y por obviedad tus amigos se termina enojando con vos porque advierten que dejaron de gustarte...
Ahí es el momento
de hacer una elección: retroceder o avanzar hacia una frecuencia distinta.
Y cuando avanzas descubrís que existe otro reino de realidad,
una nueva manera de relacionarse.
Para evitar tu propia compañía necesitas hacer algo que te vuelva estúpida, que aleje tu mente de vos. Quizás el alcohol. Aunque el maltrato a vos misma es peor que eso.
Cuando te odias a vos misma, sos autodestructiva, te matas poco a poco porque no tenés la valentía suficiente para hacerlo de golpe.
Las personas autodestructivas atraen gente igual.
Toman alcohol con el fin de olvidar el sufrimiento, ésa es la excusa que usan.
¿Y a dónde van para tomar alcohol? A un bar, y quién está en ese bar? Gente igual, que intenta evadirse y volverse estúpido.
Así se comprenden muy bien y la razón es que están en la misma frecuencia, ambos son destructivas. Hasta empiezan a disfrutarlo: "Yo te lastimo a vos, y vos me lstimas a mí"
¿Qué pasa cuando uno cambia?
Por la razón que sea, no necesitas más alcohol, dejaste de tomar, te sentís bien con vos misma, tenés los mismos amigos que siguen tomando. Un día se ponen en pedo, se ponen más felices, pero claramente su felicidad no es real.
Es rebelión en contra del propio dolor emocional.
Al final es imposible encajar en ese ambiente, y por obviedad tus amigos se termina enojando con vos porque advierten que dejaron de gustarte...
Ahí es el momento
de hacer una elección: retroceder o avanzar hacia una frecuencia distinta.
Y cuando avanzas descubrís que existe otro reino de realidad,
una nueva manera de relacionarse.
Thursday, November 7, 2013
Mamá está contando recuerdos viejos de su papá
Mamá está contando recuerdos viejos de su papá, alguien a
quien nunca pude conocer. No llegué a tiempo.
Siempre me lo imaginé alto. Me lo imaginaba cada noche
parado en la puerta de la habitación de la casa de la abuela, con once años
pensé que era producto de mi imaginación, o que eran sueños, o cualquier cosa
menos él parado ahí. Yo no lo conocía, él no podía estar ahí…
Parado en posición casi a la par mía, mirándo lo mismo que
yo, con cara de, esto es lo que haces?
Me mira, mira la tele, mira como duermo, toda la noche… Casi
más alto que la puerta, siempre costándole cruzar más allá de su cielo.
Me levanto, voy al baño. Un segundo antes de prender la luz
mis ojos casi por costumbre miraron hacia el espejo desde afuera, sin cruzar la
puerta y a la misma vez mis dedos sobre el botón de la luz, la encienden. Y
desaparece la imagen de él. ¿Pero qué será todo esto sino la aparición de
continuos pensamientos y continuas ganas de comunicarnos? ¿Será mi mente que te
busca hasta el cansancio y ni siquiera sé por qué la razón de querer
encontrarte?
¿Qué me pasa, Abuelo?
Nunca dije Abuelo a nadie.
Es triste.
Camino sin ver el camino que voy dejando atrás, pero
recordándolo con dolor a cada paso. Es difícil caminar con estas imágenes que
me dicen que esto no es lo correcto. Imaginar imaginar hasta el cansancio. Que
no me deja ver más allá, o quizás veo más allá todo el tiempo… Estoy tan
confundida, tus apariciones serán las afirmaciones de mi mente, que surge a
partir de que mis comportamientos no me están haciendo bien?
Me acurruco tratando de dormir; no puedo.
Mi mente no para de buscarle explicaciones.
A veces –como hoy, cuando estoy sola –no tan sola, pienso
que él está acá conmigo. Escuchando mis pensamientos en forma de mensajes hacía
el, como una conversación. Mi mente le habla y el mientras –yo imaginando esto-
ceba mates, me responde con miradas, ya que no conozco su voz, y al menos en mi
mente no habla. Todo son miradas, pero yo las recuerdo como voces. Es confuso,
pero puedo explicarlo. Se para en el piso sin color, gris, sucio, manchado de
yerba, se toma el mate, y me mira. Y me dice todo.
Estrella……………………………………………………………………
El día de hoy es duro, dice un estudio comprobado
científicamente que el color gris del cielo, la lluvia, la oscuridad, la falta
del sol hace que las personas se vuelvan
más tristes por la falta de luz, de claridad. En cambio en un día soleado se
ven más alegres, más felices.
Hoy llueve y hay luz, una claridad que puede dejarme ciega.
Pero otra vez, en mi mente, es confuso. Veo desde los árboles el despojo, las
ganas de arrancarse todas las hojas, despegar la raíz del suelo y echarse a
volar, y en el cielo ya cambiando su forma convertirse en un pájaro para no
volver más a ser ese estúpido y quieto y observador árbol.
El árbol quieto, como impotencia. Se suelta, deja sus hojas,
deja el fruto de tantos años de quietud, para volverse nómade y volar por los
cielos y los infiernos y experimentar la vida del pájaro. Solo para dejar de ser árbol.
Para dejar de ser ese árbol raído, triste con su verde
quemado. Sintiéndose limitado en la tierra con poco espacio, cada día menos
espacio.
Y el abuelo aparece y desaparece.
Ahora me lo imagino en el tren de Francia, del que Aitor me
contaba que viajaba. El abuelo alto como Aitor, de joven como Aitor. No será
Aitor la reencarnación del abuelo? Que como el árbol se hecho a volar y nunca
más vi…
Nunca más supe de él y me pone triste. No lo busco, quizás
toda su vida soñó con ese momento, de irse y no volver más.
Me lo imagino viajando en el tren, parado y apoyado sobre
una baranda, mirando hacia afuera donde no hay nada más que camino, un tubo
largo y lleno de luz, que lleva a un camino de oscuridad, al túnel, donde ya me
desaparece y no sé a dónde va. Ahí queda.
¿Será el miedo a la muerte que me hace escribir estas
líneas?
La soledad siempre vuelve, aunque mi mente quiera hacer
presente al abuelo, quizás para no sentirme más sola.
Todo fue ayer, esto me revive tiempos idos.
Vibro cuando se encienden las turbinas del pasado,
“tripulación, a ocupar sus puestos, estamos próximos al despegue…” La velocidad
máxima, esa de la que no se puede volver, detona mi adrenalina y el abuelo me
mira y me acompaña.
Ya no se siente mi mente rodar por la pista y de pronto… en
el aire, qué rara y mágica sensación!
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