Monday, March 3, 2014

Cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto...

No quiero escribir sobre vos, por lo menos hoy. Necesitaría tanto acercarme a mí misma, dejar caer todo eso que me separa del centro.
Acabo siempre aludiendo al centro sin la menor garantía de lo que digo, cedo a la trampa fácil de la geometría con que pretende ordenarse nuestra vida de occidentales.
Incluso esta existencia que a veces procuro describir, este lugar donde me muevo como una hoja seca, no serían invisibles si detrás no lateral la ansiedad axial, el reencuentro con el fuste.
Cuántas palabras, cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto. A veces me convenzo de que la estúpidez se llama triángulo, de que ocho por ocho es la locura o un perro. Abrazada a vos, esa concreción de nebulosa, pienso que tanto sentido tiene hacer un muñequito con miga de pan como escribir la novela que nunca escribiré...

¡TODAVÍA INMERECIDO!
Te juro que es demasiado pronto, pero entonces, tal vez, vielleicht, maybe, forse, ah mierda! Mierda infinitamente mierda, sí, interminable mierda y obstinación, repudio, asco, y un poco de placer escondido en un bolsillo tan sucio, tanto asco y mierda por la cara y por el mundo, treinta y cinco pesos sucios que no los necesito, supermierda de inframierda.
Me quedo acá y voy escuchando un piano mecánico, algunas carcajadas manoseando las vitrinas. Y ruido, bahhhhhh, todo es ruido. Yo. Y trenes que vienen trayendo y llevando gente. Y yo. Todo se va, todo se aleja y yo. Mientras yo me quedo en la esquina con los pies mojados.

Estoy tan lejos de todo.